Cuando en los libros de Historia se hable del virus que cambió el mundo, necesariamente tendrán que explicar como fue la vida detrás de una ventana.
El cuento de terror se hizo realidad, las calles desiertas, todos secuestrados en nuestras viviendas, descubriendo de nuevo lo que era estar encerrados entre cuatro paredes con seres que apenas conocías. El escaso tiempo que la rutina diaria nos dejaba coincidir, entorno a una mesa en la cena o bien compartiendo apresuradamente el cuarto de baño por las mañanas, nos había convertido en unos extraños. Ahora nos veíamos obligados a deambular por un piso de apenas 80 metros cuadrados, sin una mísera terraza para salir a demostrar a los vecinos lo guay que éramos.
¿Alguna vez tuvimos algo en común?
- Baja la tele, no me dejas leer, ¡dios! ¿cómo puedes estar viendo esa mierda que ponen en Tele 5?
- ¿También te molesta lo que veo en la tele? Pues vete al dormitorio si quieres leer o mejor, enciende el puto ordenador y vete a escribir jilipolleces para que las lea todo el mundo.
¡Sólo había pasado una semana! Al principio era igual que en Año Nuevo, todo planes, proyectos, horarios estrictos......ejercicio físico, infinitas actividades, frenesí por ordenar, limpiar, aprendes, ver, leer y al día siguiente ya se hacia espeso el ambiente en casa,
Desidia, aburrimiento, insomnio, frustración, todo daba igual, ¡problemas del primer mundo!
El verdadero virus lo llevábamos dentro y ya, después de todo esto, nada volverá a ser igual. Lloraremos por todos los que se nos han ido en soledad, pero los que nos quedamos tendremos que responder a preguntas que ni siquiera antes nos habíamos planteado.
- Yo misma, día 20? (perdí la cuenta) de confinamiento -
Interior
Alejandro Caballero
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