Deseo, anhelo, añoro, extraño tu piel. Subir mis dedos por tus fibrosos
brazos apenas rozando el vello, llegar hasta el lóbulo de tu oreja mientras mi
boca busca nerviosa tus carnosos labios entreabiertos. Esculpir con mis manos
tus hombros y tu pecho, los ojos cerrados mientras mi cuerpo desnudo tiembla
ante tu proximidad y mis pechos, erguidos, rozan tu fornido torso. En un
abrazo, aprisionas mi cintura, recorres con tu mano mi espalda, provocándome un
escalofrío y llegas al abismo de mis sienes. Enrollas mi pelo y lo sueltas
dejándolo caer sobre mis senos, excusa perfecta para retirarlo y pellizcar
tiernamente mis pezones. Tus manos no descansan, contorneas mi pecho mientras
yo saboreo el dulce aroma de tu aliento. Cruelmente me privas de tu boca y con
tímidos besos la obligas a bajar por mi cuello, ella se revela con delicados
mordisquitos, pero tú buscas un premio más suculento. Firmemente sujetas mis
pechos con tus cálidas y fuertes manos para que no puedan huir de tu boca
hambrienta. Golosamente lames un pezón, luego el otro, muerdes, aprietas,
pellizcas y mi cuerpo te desea con tanta vehemencia que necesito coger tu
miembro viril, erecto, inflamado de deseo. Espero impaciente tu embestida, no,
aún no ha llegado el momento, te recreas y torturas mi cuerpo. La flecha húmeda
de tu lengua baja lentamente por mi vientre, besas mi ombligo, acaricias el
bello de mi pubis. Tus dedos, insolentes, se adentran en la misteriosa cripta
que esconden mis muslos, el tesoro les aguarda con ansiedad y tú, sin piedad,
lo subyugas. Besos húmedos saborean mi sexo, tu lengua busca ese botón dorado
que sublima mis más arcanos deseos, tus dedos indagan en las profundidades de
mi cuerpo, placer ardiente que me quema, jadeos entrecortados reclaman
ansiosamente esa consagración carnal que tus manos presagiaban.
Ahora sí, siento como tu miembro entra dulcemente dentro de mí, me invita a un baile cadencioso de balanceos, subidas y bajadas, acelerando paulatinamente el ritmo, penetra insistentemente hasta llevarnos al éxtasis total, clímax de espaldas curvadas, mezcla de humores íntimos, lazo carnal que nos eleva a un universo insondable, a tiempos ancestrales donde la razón humana es anulada por ritos paganos de comunión con la naturaleza, donde el mundo de los sentidos deja despertarse al animal salvaje que anida en nuestro subconsciente.
Agotado y sudoroso, te derrumbas sobre mí, beso tu frente perlada y te sonrío, coges mi mano y la besas dulcemente, una vez más se ha producido el milagro. Amor imperecedero que sobrevive a todos los recuerdos.